"Hay crímenes que por su magnitud y crueldad sin
límites son difíciles de entender. Hasta el grado que tememos no ser creídos al
relatarlos. Es la sensación que tuve, cuando a algunos amigos les hablé de la
Masacre del Sumpul.
Este año, de nuevo, los sobrevivientes recordarán el hecho,
con un sacrificio enorme. El lugar de la masacre a las orillas del Sumpul sigue
siendo de difícil acceso. Es una caminata que agota la fuerzas. La hice, hace
30 años, pocos días después de la masacre. Fui guiado por un niño de doce o
trece años, gran parte de noche, dando sinuosos rodeos para evitar a los
militares, que impidiendo el acceso a la zona querían ocultar el horrendo
crimen.
Cada año, mientras caminan, los sobrevivientes cuentan lo
que vivieron. Miran las quebradas, donde ese 14 de mayo se escondieron. Los
lugares por donde corrían mientras los soldados les pisaban los talones. Los
recuerdos de ese horror siguen presentes en sus cabezas y en sus corazones.
Muchas noches, por muchos años, desperté sobresaltado
recordando a los muertos del Sumpul. Estas líneas son un homenaje a ellos, a
muertos y sobrevivientes. Un homenaje a quienes hoy caminan por esos parajes de
muerte. Sin querer olvidar y esperando siempre que se les haga justicia."
Gabriel Sanhueza, el hombre que fotografió por primera vez
la Masacre, en su Blog "Tintapensante".
14 de mayo de 2010
Un 14 de mayo, hace ya 35 años, ocurrió uno de los más
trágicos y sanguinarios capítulos de la guerra civil de El Salvador donde
perdieron la vida, a orillas del río Sumpul, en Chalatenango (frontera con
Honduras), más de 600 civiles inocentes en
manos del ejército salvadoreño.
Esta imagen muestra algunas de las escenas que sucedieron
aquél amargo día, las cuales aún hoy podemos escuchar contadas por algunos de
los pocos supervivientes de aquella masacre. Dicen que desde aquel día, el río
Sumpul cambió su color “a rojo sangre”.
Las historias oficiales de El Salvador y Honduras niegan que
esta masacre haya ocurrido, pero los sobrevivientes ahora cuentan la suya: la
historia de las víctimas de la masacre del río Sumpul, la primera gran masacre contra
civiles cometida por el Estado salvadoreño a inicios de la guerra.
* Documental: Las Aradas: masacre en seis actos
Pues como os decimos, este jueves 14 de mayo ha sido el 35
aniversario y allí hemos estado para hacer memoria histórica y compartir junto
con los habitantes del lugar, familiares, amigos y conocidos de personas que
perdieron la vida, un encuentro que se hace cada año en el lugar donde sucedió
este inhumano acontecimiento: la masacre del Sumpul.
Para llegar al lugar donde tuvo lugar la masacre tuvimos que
caminar durante algo más de una hora y media por una ruta que nos guiaba entre
frondosas montañas, caminos empedrados, subidas intensas, pequeñas quebradas…
una ruta preciosa que nos dio la oportunidad de conocer maravillosos paisajes
salvadoreños acompañados de gente local y escuchando historias sobre lo que
sucedió, ya que uno de los que iba con nosotros es un superviviente que perdió
gran parte de su familia aquel día.
Pues eso, una ruta realmente bonita y entretenida que
finalizó en el lugar de la masacre, lugar en el que pasamos la noche, pues nosotros
decidimos ir un día antes, una costumbre que aún algunos grupos de personas
siguen respetando.
Al llegar lo primero que hicimos fue buscar leña antes de que
cayera el sol y asentar el campamento, que básicamente eran 2 hamacas para
dormir y una gran lona impermeable para prevenirnos de la lluvia... que
finalmente no llegó. Tras el asentamiento preparamos una suculenta cena en las
brasas de la hoguera y nos pegamos un buen festín de carne junto a nuestros
amigos salvadoreños, los cuales siguieron relatando historias de aquel
inolvidable día. Nos hablaron sobre un pozo que vimos esa misma tarde a pocos
metros de donde teníamos el asentamiento, un pozo en el que los soldados
tiraron cerca de 200 cuerpos para intentar ocultar lo sucedido en aquel lugar.
Pasamos la noche en nuestras preciadas hamacas y con los
primeros rayos de sol nos despertamos para comenzar el día. A escasos metros de
nuestro campamento teníamos el ya antes mencionado río Sumpul, así que decidimos
bajar a darnos un buen baño mañanero.
Aquella zona delimita la frontera entre El Salvador y
Honduras, y teniendo la oportunidad tan cerca de pisar un nuevo país… cruzamos
el río.
A modo de anécdota, hubo momentos en los que nos encontramos
cada uno en un país distinto: "Tú en
Honduras y yo en El Salvador”.
Además de bañarnos en aquellas aguas que nos daban tanto
respeto por lo que allí ocurrió, estuvimos agarrando algunos pececillos con la
atarraya que nos sirvieron como desayuno.
Y pasados estos momentos, no tardaron en empezar los actos
del día 14, pues el lugar estaba a rebosar de gente. Comenzaron con un simulacro
que consistió en que unos cuantos hombres disfrazados de militares iban
lanzando petardos mientras avanzaban desde la ladera de la montaña hasta el
lugar donde ocurrió el gran exterminio. Después de este teatro empezó una misa
conmemorativa donde se recordaron todas aquellas vidas robadas y en la que algunos
sobrevivientes de la masacre contaron lo que recuerdan de aquel día.
A pesar de no ser personas de iglesia… hemos de reconocer
que aquella misa “poco común" fue de lo más interesante. De hecho, Miguel
participó en el momento de las ofrendas portando unas fotos donde aparecían
restos humanos (primeras fotos de la masacre tomadas por Gabriel Sanhueza,
mencionado más arriba). Como decimos, una misa campesina en la que tanto los
Padres como algunos sobrevivientes continuaron relatando los detalles de la
matanza.
Fue realmente duro escuchar lo que contaban, pues aquello
fue inhumano, y para entender y sentir lo que ellos sufrieron es necesario
hacer ejercicio de empatía. Entre lo que recordamos, podemos decir que el
ejército salvadoreño bajó por un lado de las montañas, por lo que la gente tuvo
que huir hacia el río, que ese mismo día había aumentado enormemente su caudal,
para intentar cruzar al país vecino, Honduras. Pero lo que no sabían es que al
otro lado se encontraba el ejército hondureño para devolver a su país a los
que, de milagro, lograban cruzar a nado el río tan bravo. Contaban que se
tenían que quitar a la gente de encima para poder salvar su propia vida. Y en
ocasiones esa gente podía ser tu hermano, tu madre, tu hijo...
También nos impactó muchísimo que el ejército
agarrase a los más pequeños y los lanzase al aire para ametrallarlos o esperar
a que bajasen para ensartarlos con las espadas. Que los militares les rajasen la barriga a las mujeres embarazadas y lanzasen los fetos al río. Que viejos, hombres, mujeres y niños rogasen clemencia porque ellos no habían hecho nada...
Al terminar el acto, recibíamos el agradecimiento de la
gente por acompañarles a este tipo de eventos en los que se recuerda
continuamente las trágicas anécdotas ocurridas en esta parte del país, las
cuales forman parte de su memoria, de su vida y poco a poco también de la
nuestra.
En memoria de todos ellos, de los muertos y de los vivos.
*Canción: Romeo Reyes - Sumpul
"Hombres, mujeres y niños suplicaron pero no, nunca fueron oídos"
Salud.
Brillante.
ResponderEliminarQué duro y al mismo tiempo qué gran ejercicio de empatía y de concoer el Salvador DESDE DENTRO.
ResponderEliminarUn abrazo y mucha mucha fuerza para continuar con la gran labor que estáis haciendo y la increíble experiencia que ahora mismo disfrutáis. :)
Como bien dices prima... muy difícil. Y cada vez vamos conociendo a más gente que nos cuenta como durante 12 años estuvo huyendo entre los cerros salvadoreños. El ser "humano" y sus irracionales guerras.
EliminarUn fuerte abrazo a toda la familia!